Esta noche he
jugado una partida al escondite con tu cuerpo, he buscado albergue en los
rincones que dejan tus huesos, me he encogido para caber en ellos, me he pulido
para encajar y no ser encontrada.
He comenzado
acurrucada en el tramo que tierra de nadie que hay entre tu cuello y tu hombro.
Se está tan bien allí….pero tenía miedo de que un suspiro te despertase y me
encontrases instalada y vulnerable midiendo con besos los centímetros de mi
escondite.
He buscado cobijo
en tu ombligo y cuando he llegado a él me he sentido en el centro del mundo; de
un mundo donde el pago por pasar la frontera son caricias, donde las aduanas
decomisan las complicaciones y hacen las cosas fáciles. Un mundo donde la única
bandera lleva los colores de tu sonrisa, donde la única religión es el sabor d
tu voz.
Allí, en tu
ombligo, no hacía frio ni calor, las paredes estaban acolchadas con almohadas
de plumas y el techo dejaba entrar la luz del día.
Con los primeros
rayos de sol he temido ser vista, he recogido mis huesos y mi piel y antes de
cerrar la puerta he dado un beso mudo a mi refugio.
De camino a un
nuevo hogar mis pupilas se han despistado y se han parado en tus ojos buscando
tus iris a través de las persianas de tus parpados. Esa ha sido mi perdición.
Te miro y mi cuerpo sonríe empujándome a perder la partida, arriesgándome a ser
vista.
Las yemas de mis
dedos dibujan el mapa de tus facciones con sigilo memorizando cada valle, cada
espigón, ladera y montaña de tu rostro…hay tantos rincones donde esconderse…
Sin apenas darte
cuenta esbozas un amago de sonrisa, vacías tus pulmones regalándome una parte del
aire que alojabas en tu mundo, entornas los ojos y me doy por perdida. Miro el
reloj y le pido que pare de girar, se acerca la hora y no he encontrado
refugio.
Como si
escuchases mis silencios estiras un brazo y me invitas a mudarme al hogar que
hay entre él y tu pecho. Con el juego ya perdido me doy la vuelta y coloco mi
cabeza en tu hombro acercando mi espalda a tu pecho, abrazada por todo tu
mundo. Estoy en casa. Tú eres casa. He ganado.
Cuando cierro los
ojos y sincronizo mi respiración con tus latidos siento tus labios en el tramo
de tierra de nadie que hay entre mi cuello y mi hombro y ahí, en ese momento,
siento alivio. Tú también juegas hoy al escondite.