Y
entonces, cuando todo está en calma, cuando llevas los recibos al día y tienes
planes para 3 días seguidos, cuando te acuestas sabiendo lo que pasará a la
mañana siguiente, cuando sabes que te despertará un café y un cigarro y meriendas con el confort
que proporciona la tranquilidad …la vida te pone en una encrucijada.
¿Derecha
o izquierda? ¿Norte o sur? ¿Pasta o arroz? ¿Blanco o negro? ¿Corazón o razón?
La respuesta
late ensordeciendo cualquier otra: corazón; pero la cabeza, esa traicionera
compañera de viaje que nos persigue a cada paso con una fidelidad digna de
novela rosa, nos susurra en el silencio que deja cada pálpito: te equivocas.
Entramos
en una batalla interior donde la mayor parte del día gana lo que debemos hacer,
pero cuando lo que queremos se pronuncia….hace un jaque mate en tan solo un
movimiento; no hay duda, no hay rival, no hay opinión que nos quite la razón,
la razón del corazón.
En
ocasiones sabemos que nos equivocamos, que no forma parte de nuestro proyecto
construido entre nubes de algodón y estrellas de leds, que no hay hueco para
más tropiezos porque ya clavamos las esquinas de la alfombra al suelo, pero aun
así, aun sabiendo que el próximo paso dará lugar a una anécdota a largo plazo
que a corto será un dolor, aun sabiendo que las sonrisas de hoy serán las lágrimas
de mañana, no podemos hacer caso omiso a ese latido, a ese "boom, boom, boom" que
sincroniza el día a día con tu Casio y se convierte en una cuenta atrás donde
las 00:00 son el comienzo y el fin de algo especial.
Tenemos
dos opciones: lamentarnos por lo que no hicimos o por lo que nos arriesgamos a
hacer. Ying o Yang, mar o montaña, cara o cruz, truco o trato…
¿Más es
menos o menos es más?
Ni idea, solo sé que somos las decisiones que tomamos...
Ni idea, solo sé que somos las decisiones que tomamos...