Una vez
leí que en ocasiones había que perderse para encontrarse. No recuerdo quien me
lo dijo, donde lo leí ni el momento en que esa frase pasó a formar parte de mí.
Tal vez yo estaba perdida y más obcecada en encontrar la meta que en disfrutar
de las frases y sabores del trayecto
hacia ella.
Pasamos
los días pensando en cómo mejorar mañana el hoy y se nos olvida algo
fundamental: preguntarnos a nosotros mismo si esa mejora que buscamos es la que
queremos encontrar en realidad.
Cuando
somos pequeños gateamos y nuestros padres nos incitan a andar, cuando lo
hacemos, nos invitan a correr, cuando corremos nos apuntan a futbol, a
atletismo, a gimnasia artística, siempre más. Acabamos el instituto y hay que estudiar una
carrera, la terminamos y hay que buscar trabajo en torno a nuestro diploma,
somos becarios y queremos un contrato, lo conseguimos y aspiramos a que sea
indefinido, cuando lo somos queremos un ascenso, más, más, más… Pero…que
queremos nosotros?
En
ocasiones hay que perderse para encontrarse.
Algunos
necesitamos llenar una mochila de camisetas, mudas y sensación de libertad; dar
dos vueltas a la llave de la cerradura de casa para que no te sigan los lastres
de la rutina y las obligaciones y tragar saliva ante el vértigo que da no tener
el confort de saber dónde dormirás mañana.
Lo más
probable es que los primeros días cuestiones si no estarías mejor en un resort
con pulserita, a la sombra de una palmera y con el pasaporte a buen recaudo en
la caja fuerte de la habitación 532 del hotel, ya que allí lo controlas todo,
comes lo que quieres cuando te apetece, tienes la cama hecha de forma casi
mágica 20 minutos después de deshacerla y toallas con formas de animales hacen
que resulte hasta interesante volver al cuarto para saber si te han hecho un
cisne o un elefante. Todo es previsible…
Pero si
te pierdes, si no llevas itinerarios ni relojes, si tu pasaporte te acompaña a
cada paso, si no llevas paraguas ni tienes chubasquero…curiosamente te relajas.
Puedes
tardar días o semanas en experimentarlo pero estoy casi convencida que no hay
excepción. No saber que cenarás hace que disfrutemos más lo que estamos
comiendo en ese momento porque suprimimos la expectativa del: luego será mejor.
No llevar reloj y dejar de necesitarlo hace que el tiempo deje de medirse en
minutos para calcularse en sensaciones. No saber si mañana podrás ducharte hace
que notes cada gota de agua que cae sobre tu piel y sientas que te abrazan.
Antes o después comenzamos a disfrutar de las cosas más básicas, de las que dábamos
por hecho y empezamos a ver y oír.
Y un
buen día, sin preverlo, nos encontramos a nosotros mismo, nos vemos, nos oímos y
lo más importante, nos escuchamos. Algunos no necesitan presentarse pues dentro
de su ‘’pérdida’’ no dejaron que el ‘’más’’ se adueñase de su esencia; otros en
cambio estaban tan absorbidos por el bucle de las expectativas y lo “socialmente
correcto” que descubren al cabo de tantos años de llevar a cuestas ese cuerpo
quien son y lo que quieren.
Perderse: Equivocarse de camino o no ser capaz de encontrar un camino o una salida correcta.
Dejar
un trabajo bien remunerado, indefinido pero por el que no sientes pasión, para
hacer…no sabes aun el qué; romper una relación de pareja con la persona con la
que has compartido media vida, a la que quieres pero de la que dejaste de estar
enamorado hace años haciendo caso omiso a aquellos que dicen: te vas a quedar
solo; colgar los trajes de chaqueta y las corbatas y desempolvar la camisetas y
los tejamos desgastados porque con ellos te sientes más a gusto; tener solo un
billete de ida y un visado y no saber cuándo volverás porque crees que es lo
que tienes que hacer; no hacer la declaración de hacienda porque no te da la
gana…según la definición de perderse, con todo esto lo que estamos haciendo es
encontrarnos.
Puedes que perdidos estuviésemos antes de buscar perdernos.
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